escrito como un viaje
La persona que existe sujeta a la última de las situaciones, que imbrica todo su ser a lo que concibe el acto inaugural de ésta, atendiendo estupefacta el desarrollo a cúspide y ocaso de la misma, sólo para maravillarse de la situación siguiente -igual que devienen los cangilones de la noria; dicha persona, no vive la historia y sus relaciones internas, no comprende el río, sino que concurre fortuita junto a estancias pasajeras: prisionera de la conmoción de lo último-inmediato; súbdita entusiasta y camandulera a la vez, sierva devota y farsante, del reino temporal en turno.
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...la vida engulle el tamaño del fracaso que ha creado... ya se dijo en otra parte. Con los ojos puestos en la chistera, el artilugio anterior ha caducado y se integra anónimo (si acaso lo hace) al asombro presente -mientras dure.
Cautivos del estremecimiento, aherrojados en las impresiones volátiles, habría que preguntarnos: mientras nosotros hacemos del consumo permanente de los trucos sensualistas el marco infranqueable de nuestro espacio operatorio (bailando como lisiados emocionales frente a una pantalla, en busca de aprobación), ¿quiénes se arrogan la realidad como posesión, como feudo exclusivo?
Nos podemos creer muy listillos en el disfrute momentáneo; sentir muy eufóricos ante la expectativa de obtención mientras gira sus manos el trilero... Recordemos tan sólo que igual anda el Lazarillo, aquel pícaro que, ciego de su degradación paulatina, se ve fascinado en el provecho pírrico y fugaz de circunstancia.
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Por supuesto que no es ningún ritual de expiación, ningún Auto de Fe, romper tal cárcel. La escapatoria del piranesi de la fagocitación cognitiva, pasa por la obtención y transformación constantes de las condiciones materiales, por la cantidad y la cualidad de herramientas con que interactuamos con, en y para el mundo, y no por el abracadabra de opioides ideológicos que de hecho refuerzan sus paredes: grimorios de la auto superación, recetarios del éxito, vademécums de la actitud positiva (I♥lo-que-sea siempre y cuando sea yo quien lo ame y selfi), y toda esa ecolalia banal, estéril, floculada de una cosmovisión egocéntrica e imbécil que, entre otras glosas de igual progenie, se evidencia en lemas tan aviesos como el "no hay tal cosa como la sociedad, hay individuos".
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La vida me aleja de aquel yo que escribió este viaje, y, sin embargo, ¡ay!, el desarrollo de las directrices y los acontecimientos mundiales ocurridos desde entonces, más próximo vuelven al objeto de estas páginas a nuestra actualidad pauperizada, lumpenizada.
No busquemos extraños y exóticos culpables; no inspeccionemos las nubes, el horizonte... El 'ataque' no será de película -ésa, en que salvan a la galaxia...
De seguir así, tenemos en nuestros hogares a quien reirá, perversamente, por último.
2023. Pp. 100
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diario de la peste
Aquel día del mes de marzo de 2020 en que acudí a la oficina del Estado a registrar esta obra, me indicaron a través de una diminuta ventanilla que tendría que describirla en un par de líneas del formulario. “Allí. Sí; en ésas… ¿Cómo se titula? diario de la peste. ¿De qué peste?”; dijo, preguntó, respondió y volvió a interrogar el oficinista para después perderse tras de un archivero. Solo frente a la hoja, me sonreí. Recordé al viejo Tolstói ante la petición de la dama de que le explicase qué quiso decir con su Ana Karenina. A esto el morador de Yásnaia Poliana salió al paso exponiendo que, de cumplir con esa solicitud, no podría sino recitar a pie juntillas, de principio a fin, toda Ana Karenina. Acto seguido, anoté –sin mayúscula ni punto: “poemario en torno a la condición humana”.
De nuevo, aquí, me hallo impelido a dar cuenta de diario. Lo que afrontaré recordando que no existe ‘condición humana’ si no que evaluada desde un marco histórico referencial. El diseño y las preocupaciones inherentes a dicho cartabón varían; la temática y/o los elementos encomiados por los distintos puntos de observación difieren, etcétera; sin embargo, pese a que deseemos eludirla, la historia ha de filtrar en cualesquiera de los recursos por nosotros empleados, la sombra obstinada de su huella.
Escrito entre 2012 y 2016, este libro no guarda ninguna relación con la pandemia que ha asolado al mundo, más bien, con un flagelo que a mi entender es sumamente más poderoso. Así, su título (elaborado en algún momento de 2013) funge como metáfora escatológica de un proceso de esquilmación ya añejo –y aún en marcha.
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Como especie, no vivimos el tiempo natural, sino el humano. Cada segundo contiene la faz del siglo.
2022. Pp. 202
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